domingo, 27 de octubre de 2013


MUERTE DE UN PRESIDENTE

(Finalmente, el presidente Salvador Allende tuvo razón. Pocos podían suponer que cuarenta años después de su muerte Chile sería la democracia más asentada de Iberoamérica, también la más próspera, y en la que la alternancia del poder se había consumado sin problemas. El 11 de septiembre de 1998 publiqué en el diario La Verdad de Murcia y en sus ediciones de Albacete y Alicante el artículo que reproduzco a continuación, cuarenta años, un mes y 16 días después de un magnicidio tras el que estuvo la larga mano del presidente estadounidense, Richard Nixon, y su secretario de Estado [y premio Nobel de la Paz en ese malhadado año de 1973] Henry Kissinger)

A las tres de la tarde (del 11 de septiembre de 1973) hora chilena (nueve de la noche en España), todo había terminado en el Palacio de la Moneda. Tras casi ocho horas de combates, incluido el bombardeo del palacio desde el aire, los últimos moradores del emblemático edificio presidencial salen por la puerta de la calle Morandé, al costado de la entrada principal. Hasta ese momento, sólo el presidente Salvador Allende, con el casco de combate calado hasta las cejas, y sus más incondicionales permanecían en las dependencias de palacio, en pleno centro de Santiago.



El currículum vitae


(A comienzos de nuestra joven democracia la redacción de un currículum vitae se diferenciaba de los actuales en varios aspectos: las empresas los leían, se confeccionaban sin la precisión con que ahora se escriben y era imprescindible adjuntar ¡pretensiones! A la obsesión de un viejo amigo por un currículum de los de entonces se refiere este relato)

Seguramente pensarías cuando terminó todo que se precisaba la voz del director diciendo Corten Hemos terminado por hoy. Y el revuelo se habría deshecho y desperdigado la gente por calles y bares. Yo creo que pensarían eso porque lo pensamos muchos, y sí no lo hiciste así fue porque quizá no estabas o porque tu labor de protagonista te impedía construir cualquier pensamiento ‑pues era de suponer que estabas muerto. Pero de hecho te preocupó advertir que no existía director ni focos ni nada; sólo gente mirando a un muerto, a un atropellado,  a ti, o vete a saber a quién. Cogiste el papel que aferraba el cadáver y te arrastraste bajo aquella gente. ¿Verdad que por un momento te sentiste muerto cuando, agachado, miraste a los ojos que curioseaban y resulta que se clavaban en los tuyos? Qué mal rato, ¿verdad?
    

viernes, 18 de octubre de 2013


UN PLAN MARSHALL PARA ÁFRICA

Realmente no sé si disculparme por un amago de petulancia o por mi ignorancia, pero de Lampedusa solamente conocía a Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa, autor de la magnífica novela “Il Gattopardo”, llevada a la pantalla por  Luchino Visconti en 1963 e interpretada por un portentoso Burt Lancaster en el decadente papel de don Fabrizio Corbera, príncipe de Salina. Ha pasado mucho tiempo y mucha muerte hasta que identifiqué en el mapa una mínima cagarruta de mosca con la isla de la vergüenza a donde parece que han decidido ir a morir miles de habitantes del África oscura como ballenas desnortadas. Sus áridos 20 kilómetros cuadrados de superficie, distantes 113 kilómetros de Túnez y 205 kilómetros de Sicilia, son testigos de la mortandad de las oleadas de inmigrantes que se acercan a sus costas como polillas a la luz.

jueves, 3 de octubre de 2013


EL ASESINATO DE LA NIÑA ASUNTA, UNA CUMBRE DEL PERIODISMO

No sé bien si Mario Vargas Llosa tiene mucho o poco apego al periodismo. Él mismo escribe un enjundioso artículo quincenal que rula de España a América y de ahí, traducido, al mundo entero. Muchos de sus artículos son verdaderas joyas de investigación. De su última novela, “El héroe discreto”, se podría decir lo que él de las historias que narra: “No eran obras maestras, estaban más cerca de los culebrones venezolanos, brasileños, colombianos y mexicanos que de Cervantes y Tolstoi, sin duda. Pero no tan lejos de Alejando Dumas, Émile Zola, Dickens o Pérez Galdós”, escribe el Premio Nobel en el último tercio de su novela. Pero lo que sí parece claro es que denuesta del acoso y el agobio del enjambre de reporteros que persiguen la noticia recién conocida o al personaje que la protagoniza. Y así será siempre, sin duda, aunque no es lo peor.