viernes, 1 de abril de 2016

UNA ENTREVISTA CON LA VIUDA DE MIGUEL HERNÁNDEZ CINCUENTA AÑOS ATRÁS
I

Desde hace casi 20 años yacen juntos, padres e hijo, en una tumba de mármol blanco en el cementerio de Alicante. Bajo los nombres –Miguel (1942), Manuel Miguel (1984) y Josefina (1987), por orden de fallecimiento-, tallada, una leyenda del poeta: “Libre soy, siénteme libre, sólo por amor”.
No fue en Orihuela, donde nació el poeta, ni en Elche, donde vivieron Josefina y Manuel Miguel, sino en Alicante donde reposan sus restos. Pero tampoco Orihuela ni Elche ni Alicante han sido las ciudades custodias del legado del poeta, sino Quesada, provincia de Jaén, lugar de nacimiento de Josefina y en cuyo espléndido Museo Zabaleta se encuentran todos los recuerdos del poeta, sus escritos, su vieja máquina de escribir, el retrato a carboncillo que el dramaturgo Antonio Buero Vallejo, le dibujó en la cárcel para que Manuel Miguel pudiera recordar a su padre.
El 28 de marzo se cumplieron 74 años de la muerte del poeta a causa de una tuberculosis en un reformatorio alicantino. Hoy, primero de abril, el Ateneo de Madrid celebraba la cuarta edición del libro de Josefina Manresa “Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández”, cuya primera edición, de 1980, se presentó en el mismo escenario. Ambos acontecimientos me han desencadenado, como el borboteo de la sopa, bullentes recuerdos de mi encuentro con Josefina y Manuel Miguel en su domicilio de una barriada populosa de Elche cincuenta años después.

En noviembre de 1966 publicaba en La Estafeta Literaria, mensual literario dirigido por Luis Ponce de León, mi conversación─entrevista con el muro de silencio de Josefina Manresa, la viuda del escritor cuyos poemarios editados por Losada de Buenos Aires llegaban entonces bajo cuerda a las alacenas “secretas” de las librerías. Las dificultades, todavía, de airear el nombre del “poeta de barro” llevó a la revista a la picardía de publicar mi reportaje junto a una extensa necrología de Rafael Sánchez Mazas, fallecido semanas antes, fundador de la Falange y ministro en el segundo gobierno de Franco, y no obstante intercesor a favor de la conmutación de la pena de muerte dictada contra Miguel Hernández.
El encabezado de ambos recordatorios a doble página del formato de gran tamaño de la revista decía: “Rafael y Miguel, arcángeles de la literatura”. Evidentemente, Ponce de León, también falangista, se la jugó en los tiempos que corrían (mediados los 60) en los que eran obligados la censura, las elipsis y los rodeos para narrar algún detalle. “Después de lo de Alicante, doña Josefina se fue a vivir a Cox”, eludiendo así la muerte del poeta.
No recuerdo cómo se gestó la entrevista, posiblemente la primera que se concedió a un medio nacional en pleno franquismo. Quizás fuera a través de Manuel Miguel, Miguel para sus amigos, de 27 años entonces, un personaje con un cierto aire argelino, bronco, orgulloso de su musculatura, habitual de futbolines y billares, a quien llamaban El Látigo, y también Veneno por su carácter retador y sombrío. Botines negros como la cazadora de cuero, tejanos y camisa polo de manga corta y un permanente rictus amargo envolvían al muchacho  a quien su padre, desde la cárcel, suponía amamantado con “sangre y cebolla” en sus celebradas “Nanas de la cebolla”.
Josefina Manresa y su hijo vivían en un piso modesto de un barrio periférico de Elche a donde no había llegado todavía el asfalto. Aquel día llovía y las calles eran un barrizal. Nos abrió la puerta Josefina, toda de negro, con sus 50 años vivaces todavía y las manos sin saber si estrechárnoslas al fotógrafo ilicitano Cristóbal Parreño y a mí, todavía un tímido reportero de 20 años. Aún no había llegado su hijo.
Nos hizo pasar y nos sentamos en torno a una mesa camilla cubierta con un mantelito de ganchillo. En una de las paredes, el retrato de Miguel realizado por Buero Vallejo en la cárcel. Un retrato que entregó a Josefina especialmente dirigido a su hijo Manuel Miguel.
Mientras Cristóbal hacía las fotografías (la de este post inédita y las dos próximas, publicadas sólo en la revista), me apresté a preparar la libreta y repasar algunas notas. La entrevista, con más silencios que palabras, aproximadamente discurrió así.
(Concluirá el próximo día) 

No hay comentarios:

Publicar un comentario